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izquierda vs Derecha

Larga sería la lista de “anécdotas” donde Toledo hacía más de un papelón como “presidente” pero sin tener realmente poder

Por: Luis Alvizuri

TOLEDO: EL CHIVO EXPIATORIO



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Por: Luis Alvizuri (Filósofo, Psicólogo)


No hay nada mejor que meter a alguien a prisión para que no hable. Especialmente si lo que puede decir resulta peligroso para muchos. Es el caso del ex presidente Alejandro Toledo, a quien se lo ha condenado únicamente por sus delitos personales, pero, obviamente, no por el caso Lava Jato (de lo cual tendría mucho que explicar, pero sobre el que jamás se le va a preguntar puesto que “ese no es el caso por el que se lo está juzgando”). Una vez dentro de la cárcel Toledo podrá “hablar” de lo que quiera, pero todo lo que diga “no será válido” puesto que no será dentro de un proceso legal. Serán solo sus opiniones particulares, “conjeturas de un mitómano”, como dice ahora el que fuera su principal mentor, maestro y “amigo” David Waisman (que demuestra que en política no hay “amigos”). HISTORIA Para explicar el caso Toledo (que muchos jóvenes no conocen y que los historiadores seguramente callarán o distorsionarán, como suele suceder) hay que remontarnos mucho más atrás, hasta Fujimori. ¿Por qué digo esto? Porque debemos recordar que Fujimori, si bien no fue un “cholo” (llegó muy niño del Japón, por eso nunca aprendió bien el castellano), era una persona de clase media baja, alguien del mismo estrato social de cualquier migrante de La Parada. Su patrimonio lo obtuvo a través de su matrimonio (escogido por los padres, no por ellos, como es la costumbre japonesa) con Susana Higuchi. Jamás perteneció a la clase media limeña y, por lo tanto, no tenía ni las costumbres ni las ideas de esta. Era “un cholo más” para la racista visión de nuestra lamentable y corrupta clase alta peruana. VARGAS LLOSA ¿Qué fue lo que pasó? Ahí es donde aparece Mario Vargas Llosa, un clasemediero arequipeño ex marxista, pero “convertido” a la derecha debido al éxito de sus novelas (cosa indispensable para “llegar lejos” en la vida). Como todo converso, Vargas Llosa se volvió “un radical de derecha” y, gracias a ello y a su prestigio internacional, fue elegido para representarla como candidato a las elecciones de 1990. Recuerdo cómo se les caía la baba de la boca a los empresarios blancos y pitucos de San Isidro soñando con hacer “miles de negocios” a costa del ingenuo escritor (ingenuo porque es de los que creen “en las ideas y principios”, algo estúpido para cualquier empresario que pisa tierra). Este aceptó el reto, que venía amarrado a un “paquete” elaborado por el Banco Mundial, y que no era otra cosa que la consecución de las políticas de Reagan y Thatcher que se podían resumir en la consigna de “privatizar todo para hacer más ricos a los ricos”. En el Perú había mucho que privatizar y, por supuesto, mucho que ganar con ello. FUJIMORI Pero el destino, que siempre juega un papel en la historia del ser humano, quiso que “el elegido” por el pueblo fuese el “chinito con su tractor”, cuya única pretensión era llegar al Congreso; era lógico pues carecía de partido y, sobre todo, de ideas sobre qué hacer con el Perú. Él solo aspiraba al éxito personal de ser “congresista” y nada más, para lo cual se asoció con un grupo de ambiciosos (e ingenuos también) evangélicos quienes, en su mayoría, solo ven a la Biblia como una fuente de ganancias. La elección del “chinito”, que venía con la promesa de “no hacer el shock” (no aplicar el programa del Banco Mundial), significó un duro golpe al bajo vientre de la clase alta peruana, al punto que se dividían entre los que quería fugar del país y los que querían de una vez darle un golpe de Estado. Para ellos Fujimori, el “anti Vargas Llosa”, era un “subversivo que venía a implementar el comunismo en el Perú” (esto para quienes recordamos dichas expresiones que se escuchaban en los lugares más exclusivos en los años 90). EL “GRAN CAMBIO” Sin embargo, todo se transformó de un momento a otro. El “chinito peligroso” (porque iba a “gobernar para los pobres” y de quien se burlaban diciendo que “cualquiera podía ser presidente del Perú”, o sea, Fujimori era un “cualquiera”, chiste muy recurrido en la época), resultó que, al verse inerme e indefenso, sin partido y sin aliados, optó por la norma que lo guio durante toda su vida: el pragmatismo. ¿Qué es el pragmatismo? Es hacer lo que mejor conviene según los resultados (el fin justifica los medios), por lo que decidió, antes que lo sacaran, “pasarse al lado contrario”, expulsando de su entorno a los pocos "amigos" que lo llevaron al poder (San Román y los evangélicos) e incorporando a su lado a todo el equipo de Vargas Llosa. A partir de ahí, y eso jamás lo van a admitir los fujimoristas, él se convirtió en un rehén de la clase alta peruana (de los blancos dueños de los grandes grupos económicos) quienes se encargaron de aplicar el plan del BM a pie juntillas, tal como estaba previsto. LOS “DÍAS FELICES” A partir de ahí las órdenes económicas provenían, no de Fujimori, sino de individuos como Boloña y otros de su misma clase quienes eran conocidos como los imitadores de los “Chicago Boys” del Chile de Pinochet (ultra derecha liberal). Fujimori no sabía nada de economía y no se metía en ello. Gobernar para él era solo exhibirse y aparentar dar disposiciones que eran elaboradas por los equipos de la CONFIEP quienes, como era de esperarse, se repartieron entre sí todo lo que podía ser privatizado. Estos fueron los cinco primeros años “dorados” de Fujimori porque era un perfecto títere de los mandamases del país (incluso accedieron a que se derrotara a Sendero para darle una mejor “imagen”, cosa que no hubieran hecho con otro presidente no tan “obediente”). Pero como nada dura para siempre, su segundo mandato se transformó en una autocracia, envanecido por sus “éxitos” que no eran de él sino de quienes lo dirigían. LA CAÍDA El segundo gobierno de Fujimori ya no fue el de una sumisa marioneta al servicio de sus jefes. La intervención de su “asesor” Vladimiro Montesinos (cuyo poder radicaba en ser agente de la CIA, de ahí que era intocable) en todos los negocios (en la “salita del SIN”) llegó a incomodar mucho al empresariado, tanto que antiguos aliados como Baruch Ivcher terminó por enemistarse con él, razón por la cual tuvo que huir precipitadamente a Nueva York desde donde hizo campaña contra el gobierno apoyado por toda la comunidad judía (el AIPAC). Fue esta acción la que finalmente proporcionó el respaldo y el dinero necesario para el derrocamiento de Fujimori (con dinero de George Soros usando de intermediario a León Rupp, todos judíos), posibilitando así el consenso empresarial. Es ahí que aparece la figura del “cholo” Toledo en contraposición al “chino” Fujimori. LA ESTRATEGIA ¿Por qué Toledo fue elegido como el candidato presidencial del “anti fujimorismo”? Él era apenas un profesor de ESAN y un hombre vinculado a la banca internacional como funcionario y con contactos de cierto relieve. Pero su cualidad más importante no era esa sino “su cara”; los expertos en imagen aconsejaron que, para contrarrestar la desprestigiada versión del “chinito”, había que escoger a un “cholito”, dándole a su campaña un toque de peruanidad y de “unión de todo el país en torno a sus raíces”. Fue así que se le puso el mote de “Pachacútec” y se escogió a la chacana (una cruz andina) como elementos “nacionales” que compitieran con el “extranjero” Fujimori. Estos son conceptos que apuntan al inconsciente colectivo y no son necesariamente visibles en su interpretación (cosa que todos los publicistas sabemos bien). LO MALO Pero había un “pequeño” problema con Toledo: todos sabían que era un alcohólico (uno de verdad, que pasa la mitad del tiempo borracho y no un bebedor social). Este “inconveniente” tenía que ser manejado con mucho cuidado, por lo que no se le podía dejar, por ningún motivo, tomar decisiones importantes. Todas ellas tenían que recaer en el más confiable, en el “cerebro” de todas las corrupciones que ha habido en el Perú desde el primer gobierno de Belaunde, en el “capi tutti capi” del mercantilismo local: Pedro Pablo Kuczynski, quien realmente fue el verdadero presidente del Perú. Se sabe de lo bochornosas que eran las sesiones de ministros cuando Toledo (que realmente creía ser “presidente” del Perú) le pedía a gritos a PPK que “le obedeciera”, mientras este se reía de él. LA TRISTE REALIDAD Larga sería la lista de “anécdotas” donde Toledo hacía más de un papelón como “presidente” pero sin tener realmente poder. Noches enteras cantando huaynos con los Gaitán Castro en Palacio, frecuentes visitas a hostales con mujerzuelas, ingentes cantidades de wiski en toda clase de cocteles, en fin: imposible imaginar que una operación tan compleja como el caso Lava Jato estuviese en manos de un incapaz mental y social. Pero él veía correr delante suyo cientos y miles de millones para los grandes grupos económicos (dinero que generaría después lo que hoy llamamos la “comida gourmet” peruana debido al exceso de riqueza), por lo que, torpemente, también quiso tener “su parte del negocio”. Sin embargo, no podía esperarse que un pobre individuo como él supiera hacer bien algo como eso, de ahí que recurriera a la manera más burda de cobrar coimas (que él consideraba miserias en comparación con lo que ganaban otros) y, por ello, fue fácilmente detectado. Ni para robar tuvo la lucidez necesaria. El alcohol no permite tener la mente clara y, además, no vuelve a nadie inteligente. LA TRANQUILIDAD Hoy, para alegría de muchos (hay fiesta en Asia, brindis en el Club Nacional y diversión en el Regatas) solo Toledo irá a prisión y con ello “habrá terminado para siempre el caso Lava Jato”. De los 70 mil millones de dólares robados al Estado (que es lo que se calcula que fueron expoliados gracias a la habilidad de PPK) “no se sabe nada” y, además, no regresará ni un centavo (todo está en las empresas off shore y en los paraísos fiscales, allí a donde hasta los futbolistas depositan sus ganancias) y ninguno será utilizado para reinvertirse en el Perú. Los grades corruptos (los Graña Miró Quesada, los Camet, la CONFIEP, los proveedores, etc.) son todos “colaboradores eficaces” así que no irán a prisión: su compromiso es delatar a Toledo como el único y exclusivo culpable de todo. Él, y solo él, hizo toda la corrupción de más de 30 años que asoló al país y lo ha dejado como ahora está. El fujimorismo también se alegra porque suponen que esta es “su venganza”, pero es una alegría ficticia pues saben bien que Toledo no dirigió nada nunca: todo lo hicieron los grandes empresarios a quienes ellos siempre están dispuestos a servir. Por eso no los acusan ni señalan con el dedo puesto que no pueden morder la mano de los patrones que les dan de comer. CONCLUSIÓN Salvo Velasco, Alan García y Castillo, todos los recientes presidentes del Perú (incluida Boluarte) han sido solo “sirvientes” de nuestra clase alta, que es la que lo decide todo. Si se la atiende bien, si se le da todo en la boca y a pedido, el país irá de maravillas, aunque este se caiga a pedazos o surjan movimientos subversivos (pues nada de esto los roza ni lejanamente). Pero si algún gobierno se niega a sus exigencias o pone impedimentos de algún tipo no durará o le será prácticamente imposible sostenerse. Tanto Belaunde como Fujimori, Toledo, Humala, Sagasti, Vizcarra y Boluarte supieron lo que tenían que hacer y lo hicieron. Velasco, el primer García y Castillo se negaron a ello, por eso no duraron o terminaron mal (solo en su segundo gobierno García lo entendió). De modo que el mensaje para el próximo presidente es: "o te sometes a nosotros o no durarás e irás a la cárcel". Así de simple.


Fecha: 2024-10-23 01:49:18



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