ANÁLISIS Y TEORÍA POLÍTICA

¿POR QUÉ TOMAR EN SERIO LA AGENDA 2030?

La Agenda 2030 recoge todos esos problemas que hoy están a la mano poder ser solucionados por los grandes poderes transnacionales.

Por: Luis Alvizuri (Filósofo, Psicólogo)

Puedo parecer reiterativo con este tema pero, en realidad, es el más importante a escala global en este momento. Por ello es que es necesario tratar de aclarar, de la manera más simple posible, en qué consiste la Agenda 2030, cómo es que nace y por qué las NNUU la han aprobado como “el futuro de la humanidad”. Comprendo que para las grandes mayorías esto no sea más que una referencia de oídas o de algo que han escuchado mencionar a algún desaforado conservador al estilo Milei. Pero en verdad, muy pocos se han tomado la molestia de indagar a profundidad por qué es vista como un “peligro” o como algo “demoníaco” por una serie de políticos e intelectuales. Para empezar, la idea de “una sola humanidad” es tan antigua como nuestra propia existencia. No solo los mitos (que siempre hablan de la creación “de los humanos” y no de “un solo tipo de humanos”) sino también la ciencia, a través de la genética, así lo reafirman: somos una sola especie, una mezcla de Neandertal, Cromañón y Denisovano. Eso quiere decir que, en un principio, hace millones de años, fuimos una sola familia de unos cuantos miembros, todos emparentados entre sí, que luego se fue diversificando por todo el planeta. Es a raíz de esa diáspora que fuimos separándonos y, finalmente, volviéndonos ajenos los unos a los otros, al punto que empezamos a disputarnos el territorio como lo hace cualquier animal. De eso también nos hablan mitos como los de Caín y Abel y los hermanos Ayar. Por lo tanto, como primera conclusión, pensar en “una sola humanidad” no es algo raro ni disparatado sino más bien lógico. Esto es tan así que, por naturaleza, siempre hemos tratado de reunificarnos de alguna u otra manera, como lo demuestran la creación de imperios regidos bajo una sola identidad al igual que la aparición de las religiones para las cuales el ser humano tiene “un solo y único objetivo que está determinado por los dioses”. Es decir, tanto emperadores como dioses se dirigen siempre a “la humanidad” en general, puesto que hay algo en nosotros que nos impulsa a “volver a juntarnos” como éramos al principio. Baste citar la obra de poetas como Schiller, autor del famoso texto para la coral de la Novena Sinfonía de Beethoven, más conocida como “El himno a la alegría”. Según esto podemos afirmar que el sueño de “una sola humanidad bajo un mismo ente rector” se halla permanentemente en nuestro imaginario colectivo y es en gran parte visto como la solución a todos nuestros problemas. ¿Por qué? Porque las causas de la mayor parte de nuestras desgracias somos nosotros mismos, no así la naturaleza. Es por eso que los más connotados pensadores de todos los tiempos han insistido en que los seres humanos deberíamos ponernos de acuerdo sobre cómo vivir armoniosamente y en paz estableciendo los mismos criterios y valores para todos por igual. Esto es lo que ha dado origen a las utopías, a los ideales sobre cuáles deberían ser esas ideas y conceptos con los que pudiéramos estar de acuerdo todos y con los que organizaríamos nuestra sociedad mundial. Si repasamos rápidamente la Historia descubriremos que este anhelo se ha ido construyendo lentamente, paso a paso, a través de distintas experiencias. Inicialmente se han dado instancias parciales válidas solo para ciertos ámbitos geográficos (por ejemplo, el imperio sumerio para la Mesopotamia, Egipto para el valle del Nilo, Roma para el Mediterráneo, los incas para gran parte de la cordillera de los Andes, etc.) pero con el tiempo, al incrementarse la población y conocerse nuestra esfera en su totalidad, las pretensiones de unificación han sido más ambiciosas. La era contemporánea es una fiel expresión de esa mirada, la cual empezó concretamente con los primeros pensadores que diseñaron lo que hoy llamamos capitalismo. Y es que el capitalismo o la sociedad de mercado, si nos remontamos a sus orígenes, no es otra cosa que el primer gran proyecto realmente universal de integración de la especie humana. ¿Por qué? Porque hasta antes de él las civilizaciones existentes solo se pensaban a sí mismas viendo a “los otros” como enemigos o extraños con los cuales no se podía contar salvo para cierto intercambio comercial. La noción de “todos los hombres” la usaban únicamente para referirse a sus respectivos pueblos. Recién con las exploraciones y luego con las invasiones y la colonización es que se comenzó a pensar en “el mundo” en vez de “nuestro mundo”. Cuando leemos a los teóricos de esta etapa (Moro, Bacon, Erasmo, Maquiavelo, Descartes, Spinoza, Locke, Rousseau, Hobbes, Hegel, Kant, Smith, etc.) nos damos cuenta que la hegemonía occidental concibió la posibilidad de que esta utopía vista como “un imposible” realmente podía tener visos de realidad. Hechos contundentes como la independencia de EEUU, la Revolución Francesa y la expansión de los ejércitos napoleónicos no hicieron más que sentar las bases que se necesitaban para cimentar esa futura sociedad de mercado que sería presidida desde un solo foco central. Y es recién con la disputa entre Inglaterra y Francia por las colonias donde la primera de ellas empezó a hablar de “todo el planeta” en su plena magnitud, ya no solo de los espacios donde esta prevalecía. Para ello los avances en la ciencia y la tecnología hacían que cada día fuese más factible que, desde la metrópoli, se pudiese decidir los destinos de millones de personas. Con las dos guerras mundiales desarrolladas en Europa dicho proyecto se tomó muy en serio creándose la Sociedad de Naciones que después sería las Naciones Unidas. A todo esto, ya EEUU había reemplazado al Reino Unido convirtiéndose en la primera potencia y la primera también en gobernar sobre todo el orbe, al punto que casi no existe lugar donde no se encuentre una de sus bases o no prevalezcan sus leyes sobre las del resto. Cuando en 1971 el presidente Nixon decretó la independencia del dólar respecto al oro se dio el primer paso para la integración de la humanidad al hacer que dicha moneda sea “la moneda universal”, el patrón con el que se podía medir todas las cosas. A partir de ahí se fueron creando organismos que tenían el mismo fin: la mundialización total, donde los grandes rectores eran el FMI y el BM además del Congreso de los EEUU. El punto más avanzado se alcanzó recientemente con la llamada globalización, que fue precisamente el llevar todo el sistema de mercado hasta el más remoto rincón de la Tierra. Es en este punto en que ahora estamos: la sociedad de mercado ya es una realidad para todas las naciones y sociedades, mientras que los grandes grupos económico-políticos han adquirido una riqueza y un poder más allá de lo que uno se hubiera podido imaginar, al tiempo que la ciencia y la tecnología han proporcionado a los conductores del capitalismo de una capacidad para regir al conjunto de la humanidad que no tiene parangón en el pasado, no habiendo nada que se le pueda comparar ni enfrentar. Es decir, ya existe el “sistema-mundo”, donde quienes lo gobiernan no son los mandatarios de los países sino los grandes grupos familiares internacionales que poseen las mayores fortunas. Es por eso que estos se han preguntado ¿qué hacemos con todo ello? Y aquí viene la respuesta: diseñar ese “mundo perfecto” que antes no era posible hacer porque no estaban dadas las condiciones que ahora sí se tienen. Porque hoy, gracias a los avances y al conocimiento científico, problemas como el hambre, las enfermedades, las injusticias, las diferencias, las guerras, la corrupción, la violencia, la delincuencia y hasta la muerte pueden ser tratados y eliminados a través de una serie de mecanismos que apunten a poner en acción la “justa sociedad de mercado”, donde todas las necesidades y carencias pueden ser resueltas para todos sin excepción. Se trata, entonces, de un capitalismo que ingresa a su “nivel superior” donde ya la lucha y la competencia no tienen sentido pues todo puede ser arreglado sin necesidad de algún tipo de conflicto. La Agenda 2030 recoge todos esos problemas que hoy están a la mano poder ser solucionados por los grandes poderes transnacionales. No es un juego inocente ni son simples especulaciones de políticos locos o populistas; realmente se trata de medidas realizables de acuerdo con las capacidades con que actualmente se cuentan. Pero ¿a qué dificultades se enfrenta este proyecto que ya está en marcha? En primer lugar, a los sectores conservadores que se resisten a los cambios y a abandonar “el viejo capitalismo” donde solo unos ganaban y la mayoría perdía, siendo esa la causa de las distorsiones, revoluciones y guerras que perturban al sistema. En segundo término, a que hay naciones como China y Rusia que no comparten esto pues piensan que ellos también tienen derecho a ser “los líderes y ganadores” del capitalismo. Son estos dos sectores, conservadores y naciones antioccidentales, los que intentan a toda costa evitar que este viejo sueño, que está en vías a ser una realidad, se materialice.

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2024-09-09 23:51:06

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