<< Como la mayoría no son políticos, no entiende de legitimidad, no les importa perderla, y eso les costará muy caro cuando la gente se arte...>>
Dina Boluarte es a todas luces inmoral y frívola. Todos saben que entró con trampa al poder, después de que el Congreso le quitara la denuncia constitucional en su contra –el 5 de diciembre— dos días antes de la vacancia de Pedro Castillo. Entró con la táctica de la traición, por la puerta falsa, a vista y paciencia de todo el mundo; por eso nadie la respeta, por desleal. No la sienten con derecho a mandar y reclamar absolutamente nada, porque ella ha demostrado ser peor. Traicionó a Castillo como Vizcarra traicionó a PPK, aliándose con el fujimorismo, con la diferencia de que esta vez las mayorías lo sabemos.
Tener un presidente de esa catadura trae consecuencias. En nuestra mediocre cultura política cunda una idea muy contaminante que dice: “Si tú haces mal, entonces yo también lo puedo hacer y no me puedes reclamar”. Es decir, para los que piensan así, los pecados de otros nos hacen santos. En ese sentido, Dina Boluarte, que estuvo cerca de los acontecimientos, pensó: si Pedro Castillo abandonó a Perú Libre sin decirles nada —creando dos partidos nuevos y dividiendo la bancada—, entonces, si yo lo traiciono a él, tampoco estaría mal visto.
¡Lo último que pierden los corruptos es la vergüenza!
Este modo de pensar, de quien supuestamente representa a los peruanos, se extiende a los funcionarios corruptos, generales, comisarios y delincuentes de saco y corbata tienen la “excusa moral” para hacer de las suyas, porque al final la que gobierna también hizo trampa y, en este país, se gana más haciendo trampa. A todos los que están enjuiciados por corrupción, no le pasa nada; se mantienen en sus cargos con acciones de amparo y continúan con el robo. Donde todos tienen la conciencia sucia, no hay de qué avergonzarse.
Ni siquiera los “Padres de la Patria”: los congresistas, quienes contratan a sus amantes en sus despachos, y salen en los medios, con todas las pruebas en su contra, sin ningún recato a defender sus designaciones. O aquellos que “mochan” los sueldos a sus trabajadores –lo que es común en esa institución—. Saben que nadie les cree, pero ahí están, dando el ejemplo.
Es como querer negar que los Rolex son a cambio de favores presupuestales “para la región”. Por supuesto, para los cínicos que defiende el gobierno a capa y espada, todo eso es normal. Como la mayoría no son políticos, no entiende de legitimidad, no les importa perderla, y eso les costará muy caro cuando la gente se arte.
Fecha: 2025-05-08 18:02:01
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Dina Boluarte es a todas luces inmoral y frívola. Todos saben que entró con trampa al poder, después de que el Congreso le quitara la denuncia constitucional en su contra –el 5 de diciembre— dos días antes de la vacancia de Pedro Castillo. Entró con la táctica de la traición, por la puerta falsa, a vista y paciencia de todo el mundo; por eso nadie la respeta, por desleal. No la sienten con derecho a mandar y reclamar absolutamente nada, porque ella ha demostrado ser peor. Traicionó a Castillo como Vizcarra traicionó a PPK, aliándose con el fujimorismo, con la diferencia de que esta vez las mayorías lo sabemos.
Tener un presidente de esa catadura trae consecuencias. En nuestra mediocre cultura política cunda una idea muy contaminante que dice: “Si tú haces mal, entonces yo también lo puedo hacer y no me puedes reclamar”. Es decir, para los que piensan así, los pecados de otros nos hacen santos. En ese sentido, Dina Boluarte, que estuvo cerca de los acontecimientos, pensó: si Pedro Castillo abandonó a Perú Libre sin decirles nada —creando dos partidos nuevos y dividiendo la bancada—, entonces, si yo lo traiciono a él, tampoco estaría mal visto.
¡Lo último que pierden los corruptos es la vergüenza!
Este modo de pensar, de quien supuestamente representa a los peruanos, se extiende a los funcionarios corruptos, generales, comisarios y delincuentes de saco y corbata tienen la “excusa moral” para hacer de las suyas, porque al final la que gobierna también hizo trampa y, en este país, se gana más haciendo trampa. A todos los que están enjuiciados por corrupción, no le pasa nada; se mantienen en sus cargos con acciones de amparo y continúan con el robo. Donde todos tienen la conciencia sucia, no hay de qué avergonzarse.
Ni siquiera los “Padres de la Patria”: los congresistas, quienes contratan a sus amantes en sus despachos, y salen en los medios, con todas las pruebas en su contra, sin ningún recato a defender sus designaciones. O aquellos que “mochan” los sueldos a sus trabajadores –lo que es común en esa institución—. Saben que nadie les cree, pero ahí están, dando el ejemplo.
Es como querer negar que los Rolex son a cambio de favores presupuestales “para la región”. Por supuesto, para los cínicos que defiende el gobierno a capa y espada, todo eso es normal. Como la mayoría no son políticos, no entiende de legitimidad, no les importa perderla, y eso les costará muy caro cuando la gente se arte.