LIBRE OPINIÓN

ELECCIONES 2026: DEMOCRACIA O REVOLUCIÓN
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<< Pensar que en esta época “no puede haber una revolución” como la francesa, inglesa, norteamericana, rusa o mexicana es solo una demostración de ignorancia sobre lo que es la lucha por el poder a lo la...>>
Quizá el título puede parecer provocador o un tanto setentero, pero no hay error más grande que pensar que los fenómenos propios de la política no se puedan reproducir en la era contemporánea. Sin ir muy lejos, en estos momentos Donald Trump está enrumbando a EEUU hacia un “modelo obsoleto y trasnochado” como es el proteccionismo. ¿Locura, ignorancia? Eso dirán sus detractores, pero la realidad es que, tanto la guerra como la paz, así como los cambios en geopolítica, las fronteras, los intereses y visiones económicas, son parte intrínseca de la naturaleza del ser humano. Para muestra vayamos a cualquier libro de Historia Universal y comprobaremos que todo es cíclico, todo se repite, todo vuelve a suceder durante una misma generación. CLARO QUE ES POSIBLE UNA REVOLUCIÓN Pensar que en esta época “no puede haber una revolución” como la francesa, inglesa, norteamericana, rusa o mexicana es solo una demostración de ignorancia sobre lo que es la lucha por el poder a lo largo del devenir humano. Miremos un mapa de hace un siglo y veremos allí países que ahora ya no existen, así como otros que han aparecido de la nada. Sin embargo, igual la gente siempre tiende a pensar que “esto no va a volver a ocurrir nunca más”. Cierto que no sucederá de la misma manera, pero lo será con otros elementos y condiciones. Los europeos, después de la I Guerra Mundial, juraban que ello jamás se daría nuevamente, pero bastaron solo 20 años para que se desatara la Segunda. De ahí en adelante estas guerras, supuestamente “superadas”, se han venido dando sucesivamente y de manera cada vez más amenazadora. Hoy la de Ucrania tiene visos de poder convertirse fácilmente en la Tercera (al menos, eso es lo que la UE desea ardientemente). LA DEMOCRACIA NO ES PERFECTA Por otro lado, debemos recordar también que la democracia no es la panacea, la respuesta a todos los problemas. Esta forma de gobierno que es milenaria (y ha sido usada por cientos de pueblos mucho antes que los griegos, solo que la información que tenemos de ello es totalmente sesgada debido al predominio de Occidente) no es otra cosa que una manera de llegar a un consenso social sobre cuál debe ser la vía más adecuada para organizar una sociedad (sea esta nómada, tribal, citadina, etc.). Cuando no existe dicho acuerdo es imposible que la sociedad permanezca unida ni menos aún en condiciones de subsistir. Esto suele pasar cada vez que un grupo o familia (hasta hoy las familias son las que manejan los gobiernos y las grandes empresas mundiales) decide tomar el poder sin el consentimiento de las otras que también lo desean. Es ahí que se produce el quiebre y sobreviene una revolución (o, dicho de otro modo, una guerra civil). NUNCA HEMOS VIVIDO EN COMPLETA PAZ En el Perú, desde el primer día de la Conquista, no ha dejado de haber inquietud, inconformidad y rebeliones por todas partes. A lo largo de estos más de cinco siglos los levantamientos populares han sido una característica que ha determinado el estado actual de nuestra sociedad. Los de Manco Inca, Mateo Pumacahua, Túpac Amaru II y otros más han sido solamente los más resaltantes. El más reciente, Sendero Luminoso, a pesar de su notoria tendencia extranjerizante (maoísmo), contenía también en sus orígenes la misma búsqueda de sublevación propia de un pueblo andino-amazónico que, a pesar del tiempo transcurrido, aún no se resigna a ser solo un instrumento de los conquistadores y sus actuales descendientes (las grandes familias provenientes de Europa que hoy conforman los grupos de poder económico que dirigen, de forma indirecta, los destinos de todo el país). Esta visión no se muestra en los libros de Historia ni menos en la “cultura oficial” porque sería mostrar la llaga, la causa de todo, la raíz de la conformación seudo colonial que hasta ahora nos identifica. En estos últimos años, producto de la avalancha del campo a la ciudad y el abandono del Estado (el cual se ha entregado de lleno a incrementar los bolsillos de las grandes empresas), la población, que sigue sin encontrar la respuesta a sus requerimientos esenciales (que van más allá de los servicios básicos, pues lo que busca es verse reflejada en el poder), ha optado por probar la “vía democrática” como una sustituta de las tradicionales “revueltas de campesinos”, todas develados con matanzas bien ocultadas por la prensa. Esto se inició en el año 90 cuando eligieron a Alberto Fujimori quien, por primera vez en la historia peruana, se erguía como presidente sin ser un “blanco patrón” o un “militar golpista”. EL CHINITO TRABAJADOR El espanto que ocasionó esta decisión democrática en la clase alta fue tan descomunal que muchos pensaron migrar del país (a la manera cómo esto sucedió en Angola y Mozambique, cuando los negros llegaron al poder y los blancos hijos y nietos de los colonizadores portugueses tuvieron que huir en masa hacia Portugal porque sentían que “ya no pertenecían a dichos países”). Pero súbitamente este personaje (cuya única pretensión era llegar al Congreso) dio un giro de 180 grados en sus planteamientos y se convirtió en el más férreo y dúctil representante de la aristocracia peruana. Se volvió un instrumento del BM y del FMI para aplicar en el Perú todas las “recetas” que tales organismos exigían a la mayor parte de los países pobres, las cuales iban desde las privatizaciones totales hasta la esterilización masiva de sus mujeres. INSISTENCIA De ahí en adelante el poblador peruano ha persistido en su deseo: llegar al poder a través de un proceso eleccionario, pero siempre ha obtenido los mismos resultados: traición de aquellos que decían “representarlo”. Claros ejemplos de ello fueron Toledo (el títere de Raúl Diez Canseco y PPK) así como Humala (títere de la CONFIEP y de EEUU). El fracaso con Castillo (una persona incapaz y desarticulado por la aristocracia y sus secuaces fujimoristas) revela una sola cosa: que esta fórmula “democrática” de obtener alguna ventaja o beneficio para el poblador peruano simplemente no resulta. En pocas palabras, la clase dominante no va a permitir ningún cambio, así sea producto de la voluntad de una amplia mayoría. La democracia, el gobierno del pueblo, nunca será admitida en países como el Perú. INCERTIDUMBRE Entonces ¿qué va a pasar ahora que todos sabemos perfectamente que el actual gobierno está diseñando una estructura específica para seguir controlando todo, así gane un candidato “democrático”? Ya sabemos que el Senado tendrá plenas facultades para destituir al presidente con solo unos cuantos votos, aunque este no pueda hacer lo mismo con el Senado (o sea, quien domine esta cámara será en la práctica quien gobierne al Perú). ¿Qué va a pasar si es que dicho mandatario obtiene la mayoría del voto del pueblo, pero sin contar con el aval ni la conformidad de la CONFIEP o Miraflores? Lo más probable es que, al final, a partir del 2026, lo que tengamos sea “más de lo mismo”, o sea, un gobierno de Bolularte pero sin Boluarte. Todo ello bajo la amenaza militar y policial a los cuales han convertido en sus guardaespaldas (como siempre lo han sido, con raras excepciones como Velasco). CONSECUENCIAS De darse este panorama (como todo parece indicar, salvo que se produzca un poderoso terremoto o una guerra mundial) lo que veremos será a un pueblo peruano decepcionado, desencantado, desilusionado y desconfiado en que “la democracia” sea realmente la forma más idónea de expresar sus anhelos y expectativas. Se enquistarán en el gobierno los mafiosos y delincuentes disfrazados de “políticos y empresarios”, pero todos sabremos que no son más que gente que habrá tomado el poder sobre la base del dinero del narcotráfico, de la corrupción, de la minería ilegal o de las grandes familias dominantes. Ninguno de ellos será realmente un “representante del pueblo”; todos serán producto del fraude, de la estafa y del engaño gestado a base de millones de dólares y de la cúpula que controle el Poder Judicial, la Fiscalía y el JNE. ¿PUEDE DARSE UNA REVOLUCIÓN? Entonces, la gran pregunta que nos hacemos los que pensamos en estos fenómenos es: ¿qué va a pasar? ¿Cómo van a reaccionar en las provincias, en los pueblos, en los conos de Lima? ¿Se resignarán una vez más esperando “las próximas elecciones” para que les hagan lo mismo de siempre o, por el contrario, estallarán ante la incapacidad de poder tener un país que sea para todos y no solo para unos cuantos exportadores de materia prima y agroexportación? Si seguimos la línea de carrera de lo que ha sido el Perú durante los últimos siglos, no debería extrañarnos que se geste una tendencia a la subversión, primero modesta y callada, pero luego desbordada, al punto que los militares, por mucho que maten hombres, mujeres y niños, no se sentirán contentos con ese rol y terminen por negarse a asesinar a sus mismos hermanos, esposas e hijos (como ha pasado muchas veces). CONCLUSIÓN Los actuales grupos de poder (Congreso, Ejecutivo, FFAA y CONFIEP) tendrán que pensar muy bien en lo que están haciendo pues en ello es probable que lo arriesguen todo. Todos se confían en que “los soldados se encargarán de eliminar la subversión a balazos”, pero se olvidan que más de una vez estos les han dado la espalda a sus “patrones” y han decidido plegarse al pueblo que buscaba únicamente justicia y un gobierno que sea más eficiente y coherente con la realidad, donde no se enquisten en el poder delincuentes que se hacen pasar por “políticos” o “empresarios”. En pocas palabras, en estas elecciones, quienes controlan hoy el país, estarán “jugando con fuego”, ya que no consideran la historia ni cómo es realmente el pueblo peruano el cual, cuando ve que ya no encuentra ninguna salida a su situación, termina por rebelarse. Espero que estas palabras les sirvan de reflexión para que después no digan que no se les advirtió.